Nunca había volado sola. Me refiero a realmente sola y tan lejos de mi familia, de mi gente, de mis amigos y sin una persona conocida en mi lugar de llegada. 

Ya fue mi primera vez.

Hace unos días, meses tal vez, decidí que antes de cumplir 37, sería bueno renovar energía en un lugar que no conociera y que nunca me hubieran dado ganas de ir. Bueno, resulta que Italia fue el lugar que nunca pensé que conocería pero que también me tuvo esperando por mucho tiempo.

Ayer, después de 12 horas en un avión, en medio de una señora con un rosario en su mano, y otra con un gusto genuino por comerse sus mocos, llegué a una ciudad que se parece al centro histórico de la Ciudad de México, por lo menos de noche.

Llegó por mí un italiano enamorado de su pequeña hija (lo sé por su foto de perfil en WhatsApp) en un vehículo del cual prefiero no indagar, pero muy bello. Me trajo a mi hotel, que, al parecer, los dueños de la CIA se encargaron de mantener en secreto, porque…. y lo siento por arruinar la sorpresa, pero cuando llegas, la magia empieza pues no sabes realmente dónde estás.

Días antes recibí un mensaje de Simone. «when you arrive in front of the building gate on the right, there is down intercom one alphanumeric keyboard, code is 84957». No sabía lo que iba a pasar… después de eso, entré a un edificio hermoso, me dirigí al elevador, puse la letra A, y después encontré otro aparato donde puse otra clave, que me daría una tarjeta y luego, para activarla, tuve que apretar otros botones. Después de esta travesía de James Bond, me encontré con lo que sería mi hogar los siguientes 3 días.

Dejé mis cosas, y salí a conocer Roma. Sí, caminé alrededor de 6 kilómetros para ver una ciudad muy viva. Eran las 9 de la noche y al parecer todo el mundo estaba afuera. Conocí rincones maravillosos donde el arte urbano se hizo presente, además de restaurantes bellísimos.

Al parecer, a los italianos no les encantan los extanjeros. Solo dos me dijeron amablemente «Buonasera», y por supuesto que yo, al estilo chilango y hasta con manos, les respondí «buonasera!». Después de mucho caminar y maravillarme con las calles de Roma, terminé en un pub irlandés… por cierto, recuérdenme no regresar jajaja.

Solo he estado un día aquí y ya quiero saber qué más me espera. Poco a poco y fluyendo para terminar mis 36.

Gracias.

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