¿No te pasa que a veces…? más bien, me pasa, no sé si con regularidad, pero sí más de lo que me gustaría, que cuando voy a un lugar que no usa mi moneda, por ejemplo, ahorita, me fijo demasiado en los precios. Convierto todo a pesos aun sabiendo que tengo un presupuesto, y que ese presupuesto me permite pagar ciertos “lujos”, porque yo ahorré ese dinero.

Hoy estoy en Florencia, sentada en un restaurante con una sensación extraña: no es exactamente desánimo, pero sí una mezcla de pensamiento y reflexión. Salí de donde me hospedo, pasé por muchos restaurantes en los que, en México, me habría quedado feliz, y pensé: “hoy quiero cenar en la zona más linda, en un restaurante bonito, lujoso”. Pero cuando llegué a esos lugares y vi los precios, me detuve.

Al final encontré otro muy lindo, sí, pero más modesto. Decidí entrar porque la mesera me saludó y porque los precios eran más bajos, no porque realmente me convenciera. Y ahí está lo simbólico: muchas veces elegimos lo que parece más fácil o más seguro, lo que nos sonríe primero, pero luego el alma se queda con hambre. Y no pasa nada, también esas elecciones enseñan, y me queda claro lo que no quiero repetir.

Estoy sentada; acabo de terminar un carpaccio de salmón salado, y ahora, me traen una ensalada griega que no se ve bien, y unas papas que tampoco. Me lo voy a comer, porque me parece una grosería no hacerlo y porque no me gusta desperdiciar comida, pero mientras tanto pienso: lo que en realidad estoy cenando esta noche es la lección.

Y me repito…

“El dinero va y viene. El dinero va y viene. El dinero va y viene.

Solo tenemos hoy. Disfruta. Vive. No pasa nada si gastas un poco más. Para eso ahorraste, para eso trabajas, para eso haces las cosas como las haces, con el corazón. Y vaya que lo pones en todo. Por eso te va bien, gracias a Dios. Por eso estás aquí también, para disfrutar los pequeños detalles y los pequeños lujos que la vida te regala”.

Hoy agradezco este plato aunque no me encante, porque se volvió espejo. No me trajo sabor, pero sí me regaló consciencia. Y me hago una promesa: no volver a regatearme lo que sé que merezco.

Mañana voy a desayunar, comer y cenar en donde yo quiera. Voy a hacer que la abundancia llegue a mí de todas las maneras y voy a disfrutar cada bocado. Esa tiene que ser mi mentalidad de hoy en adelante, y para siempre.

Agradezco que me esté dando cuenta, agradezco que tengo un plato enfrente, agradezco que estoy en este lugar, aquí y ahora, que me veo preciosa porque me arreglé. Y agradezco que esta noche exista para recordarme que la abundancia comienza en mi cabeza.

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